En la página FUEGO Y MANIOBRA encontrará la Introducción y capítulos referidos a la guerras en la Edad Media, de la obra del mismo nombre del Dr. Mg. Jorge A.Vigo

3 de septiembre de 2015

La victoria de Belisario en Palermo y la recuperatio de Sicilia (535 DC). 

Segunda Parte (I)

Mg. Rubén A. Barreiro

IV 

Los buques bizantinos. Tal como lo expresamos en su momento, algunos de los interrogantes que plantea esta acción se refieren a  qué clase de buques participaron en la misma, a su cantidad  y a cómo fue su despliegue en el puerto de Palermo, así como a las dimensiones y condiciones de este último en función de su capacidad para recibir a la flota bizantina de manera tal que esta cumpliera adecuadamente su misión.


¿De qué buques se trataba? La marina bizantina se caracterizó por el uso del dromon, denominación genérica para un buque que presentó diferentes características según  la época. Hasta el siglo IX no se han conocido descripciones detalladas del dromon ni tampoco existen representaciones que ilustren sobre su aspecto (PRYOR-JEFFREYS, 163, 175). Procopio, al ocuparse de la flota que trasladó a la expedición bizantina contra el reino vándalo,  los menciona como buques preparados para la lucha en el mar, con una fila de remeros protegidos de los proyectiles enemigos por una cubierta. Se los denomina dromones, dice, porque pueden alcanzar gran velocidad [1] (PROCOPIO, III.xi, 16-23). Si bien no es mencionado, no caben dudas que los buques que llevaron a la fuerza de Belisario hasta Sicilia eran del mismo tipo.

Como se ha dicho, no existen descripciones detalladas de los dromones de la época tratada. Se han efectuado cálculos partiendo de algunos datos conocidos, tanto anteriores como posteriores a dicha época.  Así, tomándose como referencia figuras que forman parte de la columna de Trajano (114 DC) y de murales pompeyanos (anteriores a  97 DC, cuando la ciudad fue sepultada por las cenizas del Vesubio), se determinaron, en pies, las siguientes medidas: eslora, 60 (18,30 m); manga, 12,5 (3,81 m); calado, 2,75 (0,84 m); desplazamiento 30 tn (RODGERS, 25) [2]. Por otra parte, se ha calculado que los dromones macedonios hacia el fin del siglo IX, tenían unos 33 metros de eslora, 4,26 de manga y 1 de calado, y su desplazamiento era de unas 78 tn (RODGERS, 65; PRYOR-JEFFREYS, 205). Como se expresa en la nota 2, las medidas de los dromones que participaron en las grandes expediciones bizantinas de la primera mitad del siglo VI puede considerarse que medirían unos 24/28 metros de eslora, tres de manga y uno de calado.

Teniendo en cuenta cómo se desarrolló la acción en Palermo, es necesario referirse a los mástiles de los dromones. Estos buques  poseían dos mástiles, el más alto de ellos en la parte delantera y otro, más bajo, en el centro. Ambos tenían un ángulo de inclinación de unos 13/15° hacia delante y  con relación al eje longitudinal  de la nave. Por lo general, los mástiles podían rebatirse, en especial cuando el buque entraba en batalla (PRYOR-JEFFREYS, 231).  Transpolando las medidas indicadas a las que presumiblemente corresponderían a la época de la acción de Palermo, la altura de los mástiles sería de unos 9 metros el delantero y de 6,5, el del centro. El velamen era latino, es decir que las velas tenían forma triangular [3]. Cabe señalar que el medio principal de propulsión eran los remos, siendo las velas un medio auxiliar.

Dromon. Se observan las velas latinas (triangulares), la inclinación del mástil delantero, y el timón de pala lateral. Están representadas dos filas de remeros, debiendo tenerse en cuenta que los que participaron en Palermo tenían sólo una fila. 

Con respecto a la apariencia general de estos buques, se ha dicho que tenían: “casco alargado, una sola fila de remeros, catapultas, cubierta continua para unos cincuenta combatientes…” (DE BROSSARD, 131). Los remeros estaban protegidos por bordas de altura superior a la normal, que a la vez servían como escudo para los arqueros (RODGERS, 29).

De gran interés para lo ocurrido en Palermo, se ha referido que en los dromones “había un puesto de combate para los arqueros, lanzadores de jabalina, de piedras y potes colgado en el mástil, era una especie de cofa que se izaba con cadenas poco antes de que comenzase la acción” (DE BROSSARD, 171). Sin dudas, el aparejo existente para el izado de dicho “puesto de combate” ha de haber servido, en Palermo, para llevar hasta el tope de los mástiles a las barcas con los arqueros.

Continuará

Bibliografía de la Segunda Parte (I)

De Brossard, Maurice, Historia Marítima del Mundo, Edimat Libros, Madrid, 2000.

Ahrweiler, Hélène, Byzance et la mer. La marine de guerre, la politique et les institutions maritimes de Byzance aux Vie-XVe Siècles, Presses Universitaires de France, París, 1966.

Procopio de Cesárea, History of the Wars, Vandalic Wars, Vol. III y IV, disponible en www.gutenberg.org/files/16765/16765-h/16765-h.htm

Pryor, John H. y Jeffreys, Elizabeth M., The Age of the Dromon. The Byzantine Navy ca500-1204, Brill, Leiden, 2006.

Rodgers, William L., Naval Warfare Under Oars, 4th to 16th Centuries: A Study of Strategy, Tactics and Ship Design, Naval Institute Press, 1996.






[1]          “La palabra dromon deriva del griego dromos, que significa “carrera” y la raíz drom-aō, “correr” (PRYOR-JEFFRYES, 125). El término dromon se refiere a la rapidez del navío al que el mismo se refiere.  Es, por antonomasia, un buque de guerra bizantino (AHRWEILER, 410-412).
[2]          Rodgers expresa que las naves a los que se refieren estos cálculos eran pequeñas, en tanto la marina romana de la época considerada sólo los necesitaba para patrullar sus costas, especialmente combatiendo la piratería. De allí que las dimensiones de los buques bizantinos que participaron en las grandes expediciones mediterráneas, como los de la acción que nos ocupa, fueran mayores a las estimadas en función de aquellas.
[3]          Si bien no existen menciones específicas al respecto, una frase de Procopio, al referirse al extremo superior de una vela, da la pauta de la existencia de un aparejo latino en los buques utilizados por Belisario en sus incursiones.   


© Rubén A. Barreiro

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