En la página FUEGO Y MANIOBRA encontrará la Introducción y capítulos referidos a la guerras en la Edad Media, de la obra del mismo nombre del Dr. Mg. Jorge A.Vigo

7 de agosto de 2015

La victoria de Belisario en Palermo y la recuperatio de Sicilia (535 DC). 

Primera Parte

Mg. Rubén A. Barreiro

I
El 31 de diciembre de 535, el general Flavio Belisario “después de haber recuperado la totalidad de la isla para los romanos, entró en Siracusa, ruidosamente aclamado por el ejército y por los sicilianos, a quienes arrojaba  monedas de oro al azar”. Así narraba Procopio de Cesárea, el gran cronista de las guerras de Justiniano, la culminación victoriosa de la campaña para la reincorporación de Sicilia al Imperio Romano. En realidad, la campaña en cuestión no pasó de ser poco más que un paseo de ciudad en ciudad de la isla, partiendo de Catania, lugar en el que Belisario había desembarcado con sus fuerzas durante el verano de 535. De allí partió a la próxima Siracusa, que capituló sin resistencia y en la cual Belisario estableció su cuartel general. De allí en más, una a una las ciudades a las que arribaban las fuerzas de Belisario se iban entregando de buen grado, facilitando la actitud de la población la escasa o nula presencia de tropas ostrogodas. Ya nos hemos ocupado en otro lugar, con mayor detalle, de las alternativas de la ocupación de Sicilia.


Pero el recorrido sin contratiempos de Belisario tuvo un solo obstáculo: la resistencia que encontró en la ciudad de Panormus [1], la actual Palermo. Allí se encontraba una guarnición ostrogoda, cuyos integrantes , “confiando en las poderosas fortificaciones de la plaza”, se mostraron poco deseosos de unirse a Belisario, “ordenándole que se alejara rápidamente con su ejército”.  Obviamente, Belisario no hizo caso de tal “orden”, pero “considerando imposible capturar la plaza por medio de un ataque por tierra, ordenó a la flota que entrara en el puerto, anclando en el mismo”. Precisamente, en el área del puerto, a uno y otro lado del mismo, las poderosas murallas se interrumpían y la defensa alrededor del puerto sólo consistía en un parapeto de menor altura. Tampoco había defensores en la zona.

Desde los buques anclados, “se advertía a simple vista que sus mástiles eran más altos que el parapeto. Por lo tanto, y sin demora alguna, Belisario ordenó llenar con arqueros todas las barcas de los navíos e izarlas hasta el tope de los mástiles. Y cuando  el enemigo fue atacado desde lo alto de los mástiles, fue presa de un miedo tan insoportable  que de inmediato se rindió, entregando Palermo a Belisario” (V.v, passim).

Este episodio, militarmente de apariencia menor, tuvo la significación estratégica de haber sido el punto culminante de la conquista de Sicilia. Vencido ese último -y único-, obstáculo,  quedaba sellada la reconquista de la isla, que sería el “trampolín” desde el cual Belisario se lanzaría sobre Italia, en pos de la recuperatio imperii de Justiniano. De allí que la acción, por su carácter decisivo de la campaña en Sicilia, merezca la calificación de batalla.

II

El escueto relato de Procopio es la única fuente primaria acerca del episodio [2]. Pese a que, por lo general, el gran cronista es pródigo en detalles, en este caso ha sido parco (quizás, como se expresa en la nota, porque no habría sido testigo presencial de la acción).  Precisamente tal parquedad de detalles sugiere una buena cantidad de interrogantes, por ejemplo los relacionados con las fuerzas en presencia -tanto en su cantidad como en su calidad-, qué clase de buques participaron y cómo fue su despliegue en el puerto de Palermo, las dimensiones y condiciones de este último como para albergarlos, y, por sobre todo, cuáles fueron las causas que llevaron a una victoria de Belisario tan rápida como decisiva.

Teniendo en cuenta las respuestas que hemos tratado de obtener de tales interrogantes, adelantamos la hipótesis de que la acción de Palermo no pasó de ser una mera demostración de fuerza por parte de Belisario, con la que obtuvo el máximo de los resultados –la rendición de la plaza y la consiguiente ocupación de toda Sicilia- con un costo ínfimo. Una vez más, Belisario demostró en Palermo sus poco comunes dotes de Gran Capitán, obteniendo la victoria pese a la debilidad numérica de sus tropas, aplicando “un cálculo sutil, tanto en lo táctico como en lo psicológico” (LIDDELL HART, 40).

En el mapa se advierte la topografía de Sicilia, con una cadena montañosa que se alza a través de gran parte de la isla, por lo que es evidente que Belisario se trasladó por mar con su fuerza. El itinerario probablemente debió ser desde Siracusa/Catania a Palermo por el estrecho de Messina. La distancia que debió recorrer es de 155 millas náuticas (aprox. 287 km).

III

Las fuerzas en presencia. Belisario había desembarcado en Catania, procedente de Constantinopla. Sus órdenes, eran, como ya se ha explicado, no revelar la intención de conquistar la isla hasta haber constatado tanto la predisposición de la población para aceptar la nueva situación, como el número de fuerzas ostrogodas presentes. Sus fuerzas consistían en 4000 regulares y foederati, 3000 isaurios, 200 hunos y 300 moros, en total unos 7.500 hombres (PROCOPIO, V.v, 44). A estos, habría que agregar algunos cientos de auxiliares (BURY, 170). Sin entrar en detalles, otros autores se limitan a expresar que las tropas de Belisario sólo constituían la mitad de las que atacaron al reino vándalo, las que pueden calcularse en alrededor de 17.000 hombres (véase La Guerra Vándala) (p. ej., Evans, 75) [3]. Otros, simplemente redondean en 7.500 los efectivos del ejército bizantino (NORWICH, 69) o en 12.000 (LIDDELL HART, 45).

No existen datos con relación a cuántos de estos hombres atacaron Palermo. Belisario se había ido apoderando de cuanta ciudad encontraba a su paso, sin lucha alguna y con el evidente apoyo de la población de las mismas. Más aún cuando en prácticamente todas estas ciudades, las guarniciones ostrogodas eran poco numerosas o, con gran frecuencia, inexistentes.

Existen varios factores que llevan a pensar que los efectivos con los que contaba Belisario al llegar frente a las murallas de Palermo no eran numerosos. En primer lugar, la facilidad con que venían capitulando las ciudades y poblados de la isla, bien podía hacer suponer que con Palermo ocurriría otro tanto, no siendo necesario entonces ostentar una fuerza disuasiva poderosa. También puede dar una idea de lo escaso del ejército de Belisario, y  por lo tanto, del poco temor que infundía, la airada respuesta de los defensores de Palermo, “ordenando” a Belisario que se llevara a sus tropas, lejos y de inmediato.

No existen referencias con respecto tanto a la cantidad total de tropas ostrogodas que se encontraban en la isla como a las que guarnecían Palermo. Da la impresión que, cualquiera fuere el número de aquellas, estaban en gran parte estacionadas en Palermo. Debe recordarse que uno de los aspectos que Belisario debía tener en cuenta para continuar con la ocupación de la isla, era el volumen de las fuerzas que le harían frente. En caso de considerar que era importante, debía continuar su travesía hacia Cartago. El mero hecho de que Belisario decidiera permanecer en la isla demostraría que la importancia de tales fuerzas era escasa.


En esta representación de Palermo se advierten con claridad tanto el trazado de las murallas como el puerto de La Cala, escenario de los hechos aquí tratados. Si bien el grabado es de fines del siglo XVI, en lo básico conserva la fisonomía de aquella época (con excepción del bastión que se observa en la parte derecha de la entrada al puerto, construido siglos más tarde). 
La decisión. Ante el fracaso de la disuasión que había dado tan buenos resultados con el resto de las ciudades, Belisario asume que Palermo debe ser tomado por la fuerza, ya que la posibilidad de retirarse dejando detrás una guarnición ostrogoda intacta y un puerto que podría servir para un desembarco de fuerzas destinadas a recuperar la isla, estaba fuera de cuestión. Pero también lo estaba el atacar a las murallas de Palermo por tierra y a través de un sitio en regla, para lo cual tendría que haber convocado a la mayor parte de su ejército. Aun así, no parecía conveniente que tal ejército, cuya misión era emprender la invasión de Italia cruzando el estrecho de Messina (bastante alejado de Palermo) se arriesgara a los avatares de un sitio que, en el mejor de los casos, podría poner en riesgo la oportunidad de aquella invasión.

Recurre entonces Belisario a lo que Liddell Hart define como una “estratagema”: la utilización de los buques de la flota como plataformas desde las cuales los arqueros dispararían a los defensores.

Del relato de Procopio pareciera que la ocurrencia de Belisario de usar los buques con tal propósito surge luego de que ordena a aquellos entrar en el puerto y anclar allí, momento en el cual habría reparado en que sus mástiles sobrepasaban la altura del parapeto que rodeaba el puerto y que por ello podría ser atacado desde el tope de esos mástiles por arqueros allí emplazados.

Si Belisario no tuviese ya concebido el plan que luego llevaría a cabo, no se advierte la razón por la que ordena a sus buques entrar en el puerto y anclar allí. Al haber decidido que un ataque terrestre no era viable, su plan no podía reducirse a la mera presencia naval en el puerto.

Más allá de lo que pudiera surgir de un primer examen de la narración, parece evidente que Belisario planificó cuidadosamente la operación. Con respecto al puerto de Palermo, el mismo no se encontraba protegido por las murallas que cubrían toda la ciudad, sólo existía un parapeto de poca altura y estaba desguarnecido. Por tales razones, hacer que parte de los buques de la flota entrara en el puerto y anclara a poca distancia de la costa no presentaba mayores riesgos.

Continuará

Bibliografía de la Primera Parte

Bury, J.B., History of the Later Roman Empir from the Death of Theodosiues I to the Death of Justinian, Vol. II, Dover Publications, Nueva York, 1958.

Cameron, Averil, Procopius and the Sixth Century, University of California Press, Berkeley, 1985.

Hughes, Ian, Belisarius. The Last Roman General, Westholme, Yardley, 2009.

Liddell Hart, B.H., Strategy, Meridian Books, Neuva York, 1991.

Norwich, John J., A Short History of Byzantium, Vintage Books, Nueva York, 1999.

Procopio de Cesárea, History of the Wars, The Gothic War, Vol. V-VI, trad. y  notas H.B. Dewing, disponible en www.gutenberg.org/files/20298/20298-h/20298-h.htm








[1]          Panormus (a veces también Panormos) es, en realidad un topónimo y, como tal, aparece con frecuencia en la geografía griega. Su significado es "puerto seguro o abrigado”.
[2]              Procopio, que había estado presente “de principio a fin” de la campaña contra los vándalos, cuando Belisario se dirigió a Sicilia, permaneció en Cartago. De allí que, con diferencia a otros sucesos, no fue testigo presencial de lo ocurrido en Palermo (CAMERON, 135).
[3]          Ian Hughes observa que dada la redacción de Procopio, no está claro si en la expresión  “cuatro mil regulares y foederati”, estos últimos están incluidos en los cuatro mil o solo esta cifra se refiere a los regulares, en cuyo caso los foederati deben adicionarse a los mismos (219).






© Rubén A. Barreiro 2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario