La victoria de Belisario en
Palermo y la recuperatio de Sicilia
(535 DC).
Primera Parte
Mg. Rubén A. Barreiro
I
El 31 de diciembre de
535, el general Flavio Belisario “después
de haber recuperado la totalidad de la isla para los romanos, entró en
Siracusa, ruidosamente aclamado por el ejército y por los sicilianos, a quienes
arrojaba monedas de oro al azar”.
Así narraba Procopio de Cesárea, el gran cronista de las guerras de Justiniano,
la culminación victoriosa de la campaña para la reincorporación de Sicilia al
Imperio Romano. En realidad, la campaña en cuestión no pasó de ser poco más que
un paseo de ciudad en ciudad de la isla, partiendo de Catania, lugar en el que
Belisario había desembarcado con sus fuerzas durante el verano de 535. De allí
partió a la próxima Siracusa, que capituló sin resistencia y en la cual
Belisario estableció su cuartel general. De allí en más, una a una las ciudades
a las que arribaban las fuerzas de Belisario se iban entregando de buen grado,
facilitando la actitud de la población la escasa o nula presencia de tropas
ostrogodas. Ya nos hemos ocupado en otro lugar, con mayor detalle, de las
alternativas de la ocupación de Sicilia.
Pero el recorrido sin
contratiempos de Belisario tuvo un solo obstáculo: la resistencia que encontró
en la ciudad de Panormus [1],
la actual Palermo. Allí se encontraba una guarnición ostrogoda, cuyos
integrantes , “confiando en las poderosas
fortificaciones de la plaza”, se mostraron poco deseosos de unirse a
Belisario, “ordenándole que se alejara
rápidamente con su ejército”.
Obviamente, Belisario no hizo caso de tal “orden”, pero “considerando imposible capturar la plaza
por medio de un ataque por tierra, ordenó a la flota que entrara en el puerto,
anclando en el mismo”. Precisamente, en el área del puerto, a uno y otro
lado del mismo, las poderosas murallas se interrumpían y la defensa alrededor
del puerto sólo consistía en un parapeto de menor altura. Tampoco había defensores en la zona.
Desde los buques
anclados, “se advertía a simple vista que
sus mástiles eran más altos que el parapeto. Por lo tanto, y sin demora alguna,
Belisario ordenó llenar con arqueros todas las barcas de los navíos e izarlas
hasta el tope de los mástiles. Y cuando el enemigo fue atacado
desde lo alto de los mástiles, fue presa de un miedo tan insoportable que de inmediato se rindió, entregando Palermo
a Belisario” (V.v, passim).
Este episodio,
militarmente de apariencia menor, tuvo la significación estratégica de haber
sido el punto culminante de la conquista de Sicilia. Vencido ese último -y
único-, obstáculo, quedaba sellada la
reconquista de la isla, que sería el “trampolín” desde el cual Belisario se
lanzaría sobre Italia, en pos de la recuperatio imperii de Justiniano. De allí que la acción, por su carácter decisivo de la
campaña en Sicilia, merezca la calificación de batalla.
II
El escueto relato de
Procopio es la única fuente primaria acerca del episodio [2].
Pese a que, por lo general, el gran cronista es pródigo en detalles, en este
caso ha sido parco (quizás, como se expresa en la nota, porque no habría sido
testigo presencial de la acción). Precisamente
tal parquedad de detalles sugiere una buena cantidad de interrogantes, por
ejemplo los relacionados con las fuerzas en presencia -tanto en su cantidad
como en su calidad-, qué clase de buques participaron y cómo fue su despliegue
en el puerto de Palermo, las dimensiones y condiciones de este último como para
albergarlos, y, por sobre todo, cuáles fueron las causas que llevaron a una
victoria de Belisario tan rápida como decisiva.
Teniendo en cuenta las
respuestas que hemos tratado de obtener de tales interrogantes, adelantamos la
hipótesis de que la acción de Palermo no pasó de ser una mera demostración de fuerza
por parte de Belisario, con la que obtuvo el máximo de los resultados –la
rendición de la plaza y la consiguiente ocupación de toda Sicilia- con un costo
ínfimo. Una vez más, Belisario demostró en Palermo sus poco comunes dotes de
Gran Capitán, obteniendo la victoria pese a la debilidad numérica de sus
tropas, aplicando “un cálculo sutil, tanto en lo táctico como en lo
psicológico” (LIDDELL HART, 40).
III
Las fuerzas en presencia. Belisario había desembarcado en Catania, procedente de
Constantinopla. Sus órdenes, eran, como ya se ha explicado, no revelar la intención de conquistar la isla hasta haber constatado tanto la predisposición de la población para aceptar la nueva situación, como el número de fuerzas ostrogodas presentes. Sus fuerzas consistían en 4000 regulares y foederati,
3000 isaurios, 200 hunos y 300 moros, en total unos 7.500 hombres (PROCOPIO,
V.v, 44). A estos, habría que agregar algunos cientos de auxiliares (BURY,
170). Sin entrar en detalles, otros autores se limitan a expresar que las
tropas de Belisario sólo constituían la mitad de las que atacaron al reino vándalo, las que pueden calcularse
en alrededor de 17.000 hombres (véase La Guerra Vándala) (p. ej., Evans, 75) [3].
Otros, simplemente redondean en 7.500 los efectivos del ejército bizantino (NORWICH,
69) o en 12.000 (LIDDELL HART, 45).
No existen datos con
relación a cuántos de estos hombres atacaron Palermo. Belisario se había ido
apoderando de cuanta ciudad encontraba a su paso, sin lucha alguna y con el
evidente apoyo de la población de las mismas. Más aún cuando en prácticamente
todas estas ciudades, las guarniciones ostrogodas eran poco numerosas o, con gran
frecuencia, inexistentes.
Existen varios
factores que llevan a pensar que los efectivos con los que contaba Belisario al
llegar frente a las murallas de Palermo no eran numerosos. En primer lugar, la
facilidad con que venían capitulando las ciudades y poblados de la isla, bien
podía hacer suponer que con Palermo ocurriría otro tanto, no siendo necesario
entonces ostentar una fuerza disuasiva poderosa. También puede dar una idea de
lo escaso del ejército de Belisario, y
por lo tanto, del poco temor que infundía, la airada respuesta de los
defensores de Palermo, “ordenando” a Belisario que se llevara a sus tropas,
lejos y de inmediato.
No existen
referencias con respecto tanto a la cantidad total de tropas ostrogodas que se
encontraban en la isla como a las que guarnecían Palermo. Da la impresión que,
cualquiera fuere el número de aquellas, estaban en gran parte estacionadas en
Palermo. Debe recordarse que uno de los aspectos que Belisario debía tener en
cuenta para continuar con la ocupación de la isla, era el volumen de las
fuerzas que le harían frente. En caso de considerar que era importante, debía
continuar su travesía hacia Cartago. El mero hecho de que Belisario decidiera
permanecer en la isla demostraría que la importancia de tales fuerzas era
escasa.
La decisión. Ante el fracaso de la disuasión que había dado tan buenos resultados con el resto de las ciudades, Belisario asume que Palermo debe ser tomado por la fuerza, ya que la posibilidad de retirarse dejando detrás una guarnición ostrogoda intacta y un puerto que podría servir para un desembarco de fuerzas destinadas a recuperar la isla, estaba fuera de cuestión. Pero también lo estaba el atacar a las murallas de Palermo por tierra y a través de un sitio en regla, para lo cual tendría que haber convocado a la mayor parte de su ejército. Aun así, no parecía conveniente que tal ejército, cuya misión era emprender la invasión de Italia cruzando el estrecho de Messina (bastante alejado de Palermo) se arriesgara a los avatares de un sitio que, en el mejor de los casos, podría poner en riesgo la oportunidad de aquella invasión.
La decisión. Ante el fracaso de la disuasión que había dado tan buenos resultados con el resto de las ciudades, Belisario asume que Palermo debe ser tomado por la fuerza, ya que la posibilidad de retirarse dejando detrás una guarnición ostrogoda intacta y un puerto que podría servir para un desembarco de fuerzas destinadas a recuperar la isla, estaba fuera de cuestión. Pero también lo estaba el atacar a las murallas de Palermo por tierra y a través de un sitio en regla, para lo cual tendría que haber convocado a la mayor parte de su ejército. Aun así, no parecía conveniente que tal ejército, cuya misión era emprender la invasión de Italia cruzando el estrecho de Messina (bastante alejado de Palermo) se arriesgara a los avatares de un sitio que, en el mejor de los casos, podría poner en riesgo la oportunidad de aquella invasión.
Recurre entonces
Belisario a lo que Liddell Hart define como una “estratagema”: la utilización
de los buques de la flota como plataformas desde las cuales los arqueros
dispararían a los defensores.
Del relato de
Procopio pareciera que la ocurrencia de Belisario de usar los buques con tal
propósito surge luego de que ordena a aquellos entrar en el puerto y anclar
allí, momento en el cual habría reparado en que sus mástiles sobrepasaban la
altura del parapeto que rodeaba el puerto y que por ello podría ser atacado
desde el tope de esos mástiles por arqueros allí emplazados.
Si Belisario no
tuviese ya concebido el plan que luego llevaría a cabo, no se advierte la razón
por la que ordena a sus buques entrar en el puerto y anclar allí. Al haber
decidido que un ataque terrestre no era viable, su plan no podía reducirse a la
mera presencia naval en el puerto.
Más allá de lo que pudiera surgir
de un primer examen de la narración, parece evidente que Belisario planificó
cuidadosamente la operación. Con respecto al puerto de Palermo, el mismo no se
encontraba protegido por las murallas que cubrían toda la ciudad, sólo existía
un parapeto de poca altura y estaba desguarnecido. Por tales razones, hacer que
parte de los buques de la flota entrara en el puerto y anclara a poca distancia
de la costa no presentaba mayores riesgos.
Continuará
Bibliografía de la Primera Parte
Bury, J.B., History of the Later Roman Empir from the
Death of Theodosiues I to the
Death of Justinian, Vol. II, Dover Publications, Nueva York, 1958.
Cameron, Averil, Procopius and the
Sixth Century, University of California Press, Berkeley, 1985.
Hughes, Ian, Belisarius. The Last
Roman General, Westholme, Yardley, 2009.
Liddell Hart, B.H., Strategy,
Meridian Books, Neuva York, 1991.
Norwich, John J., A Short History
of Byzantium, Vintage Books, Nueva York, 1999.
Procopio de Cesárea, History
of the Wars, The Gothic War, Vol. V-VI, trad. y notas H.B. Dewing,
disponible en www.gutenberg.org/files/20298/20298-h/20298-h.htm
[1] Panormus (a veces también Panormos) es, en realidad un
topónimo y, como tal, aparece con frecuencia en la geografía griega. Su
significado es "puerto seguro o abrigado”.
[2] Procopio, que había
estado presente “de principio a fin” de la campaña contra los vándalos, cuando
Belisario se dirigió a Sicilia, permaneció en Cartago. De allí que, con
diferencia a otros sucesos, no fue testigo presencial de lo ocurrido en Palermo
(CAMERON, 135).
[3] Ian Hughes observa que
dada la redacción de Procopio, no está claro si en la expresión “cuatro
mil regulares y foederati”, estos últimos están incluidos en los cuatro mil
o solo esta cifra se refiere a los regulares, en cuyo caso los foederati deben adicionarse a los mismos
(219).
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