Textos de historia militar
medieval
LAS REVOLUCIONES MILITARES DE LA GUERRA
DE LOS CIEN AÑOS
Clifford F. Rogers
“The Military Revolution Debate”, Editor
Clifford J. Rogers, Westview Press, Boulder,Colorado, 1995. Capítulo 3
NOTA. La llamada * corresponde a comentarios de quien traduce.
IMPACTO
DE LA REVOLUCIÓN DE
LA ARTILLERÍA
La idea de que la introducción de la artillería condujo a
cambios profundos en la estructura política de Europa ha sido familiar desde
los días de Adam Smith, David Hume, Carlyle y Macaulay. Más recientemente,
J.F.C. Fuller, Ferdinand Lot y William McNeill han sostenido argumentos
similares. Otros han tratado de refutarlos, pero la lógica del argumento es tan
poderosa como simple.
La artillería era costosa. Tan temprano como en 1442, el gobierno
francés había gastado más de dos veces en artillería que en materiales bélicos
más tradicionales (flechas, lanzas, arcos, etc.) Los gobiernos centrales de los
grandes estados podían afrontar el costo de adquirir y mantener grandes trenes
de artillería, en tanto que sus súbditos y los estados vecinos más pequeños no
estaban en condiciones de hacerlo. El desequilibrio entre la ofensiva y la
defensa en la guerra de sitio condujo a una consecuente inequidad estratégica:
la ofensiva ganaba, la defensiva sufría.
En los primeros años del siglo quince, Pierre Dubois
observaba en su tratado militar que “Un
castillo difícilmente puede ser tomado en menos de un año y aun cuando caiga, ello significa mayores gastos
para el asediante y sus súbditos que el valor de la conquista. Debido a estos
prolongados, peligrosos y agobiantes sitios, y en tanto las batallas y asaltos
pueden evitarse, los líderes pueden llegar a acuerdos desventajosos para la parte fuerte…” [1]
Bajo tales circunstancias los poderes locales podían reducir
a lo mínimo las interferencias de los gobiernos centrales. La Revolución de la Artillería alteró la
situación dramáticamente. Los intereses regionales perdieron su capacidad para
desafiar a las autoridades centrales, los pequeños estados y las regiones
semiindependientes fueron dominados por sus grandes vecinos.
Naturalmente, hubo excepciones, pero el proceso por el cual
Francia y España se transformaron en naciones unificadas debe mucho a la Revolución
de la Artillería. En Francia, el gobierno central rápidamente reconquistó
Normandía y Aquitania, y luego tomó el control sobre Borgoña y Bretaña. En
España, para citar a Geoffrey Parker, “gracias
a su tren de sitio de unos 180 cañones, los Reyes Católicos Fernando e Isabel
pudieron reducir en diez años (1482-1492) los puntos fuertes moros en el reino
de Granada que habían desafiado a sus antecesores durante siglos” [2].
Cuando los franceses entraron en Italia en 1494, su artillería “pudo hacer en
pocas horas lo que a Italia le llevaba días” y las prácticas habituales de la
guerra en la península fueron “puestas patas arriba, como si hubiera soplado un
huracán”.
El historiador florentino Guicciardini percibió con precisión
el impacto que la Revolución de la Artillería tuvo sobre la guerra. Con
anterioridad, cuando los métodos “lentos e imprecisos” para sitiar ciudades
conducían a guerras prolongadas, “el
gobernante de un estado difícilmente podía ser despojado”. La eficacia del
cañón de sitio “imprimió tanta vivacidad
en nuestras guerras que… cada vez que se perdía en el terreno abierto, el
estado se perdía con él”. Antes, un poder a la defensiva podía refugiarse
en sus fortificaciones y esperar que el enemigo agotara sus energías, su dinero
o su comida. Luego de la
Revolución de la Artillería , la defensa tenía que serlo a campo
abierto, una realidad que ya había sido claramente mostrada por los franceses
en la reconquista de Guienne, en 1453. Después de 1520, cuando el impacto de
las fortalezas de perfil hundido, la traza
italiana, se hizo sentir (en lo que podría llamarse una “Revolución de las
Fortificaciones Artilladas”), la frecuencia de las batallas declinó una vez
más.
La creciente importancia de la batalla luego de la Revolución
de la Infantería volcó aún más la balanza de la guerra a favor de los grandes
estados y gobiernos centralizados, debido a que sólo ellos contaban con los
recursos para mantener ejércitos permanentes importantes, como las Compagnies d’Ordonnance creadas por Carlos VII en Francia en 1445
y por Carlos el Calvo en Borgoña en
1471-73. Además, hacia 1450, la artillería comenzó a representar una mayor
ayuda en las batallas que en los sitios, como lo demuestran las batallas de
Formigny y Castillon *.
* En las batallas de Formigny (1450) y Castillon (1453) las
fuerzas francesas de Carlos VII vencieron a los ingleses mediante el uso decisivo
de la artillería. Castillon significó el final de la Guerra de los Cien Años y
la expulsión de los ingleses del
territorio francés, con excepción de Calais, cuya ocupación continuó hasta
1588.
El elevado costo de la artillería y los ejércitos más
numerosos consecuencia de la importancia creciente de las batallas campales,
dieron gran valor a la habilidad para producir y administrar grandes sumas de
dinero. Esto creó un ciclo de autoestimulación que fue creciendo en espiral por
lo menos hasta el advenimiento de la Revolución de las Fortificaciones Artilladas, a
comienzos del siglo dieciséis. Ocurrió algo así: el gobierno central de los
grandes estados podía afrontar el costo de los trenes de artillería y los
grandes ejércitos. Los trenes de artillería contrarrestaron a las fuerzas que
se oponían a los gobiernos centrales y
habilitaron a estos para aumentar su control sobre áreas periféricas de sus
territorios, o a expandirse a expensas de sus vecinos más débiles. Esto
incrementó la recaudación de impuestos, que permitió mayores trenes de
artillería y ejércitos, con lo que su control centralizado se intensificó, así
como la recaudación de impuestos, y así sucesivamente. Un investigador ha
concluido que los ingresos por impuestos de los gobiernos centrales
occidentales se doblaron entre 1450 y 1500. Esta espiral retroalimentante entre
capacidad militar y habilidad de movilización económica ayuda a explicar aquel
fenómeno.
Viendo hacia atrás desde el periodo de la Revolución de las
Fortalezas Artilladas, más de un estudioso ha tratado de argüir que “la visión
de que la aparición del cañón cambió el equilibrio entre atacantes y defensores
de una fortaleza simplemente no se funda en evidencias”. Los contemporáneos de la Revolución de la Artillería , desde
Chartier y Leseur a Guicciardini y Maquiavelo, no están de acuerdo. En
realidad, en el siglo quince el arquitecto italiano Francesco Giorgio Martini
escribió que “el hombre capaz de
equilibrar la defensa con el ataque, sería más un dios que un ser humano”.
Tales relatos, y otras evidencias presentadas en este artículo, ponen en claro
que la pólvora alteró el equilibrio entre la ofensiva y la defensa hacia
mediados de 1430 como resultado de una rápida serie de innovaciones técnicas
originadas en un siglo de desarrollos graduales. Es cierto que esta
superioridad de la ofensiva en sí misma finalmente sucumbió ante otra
revolución militar, pero en el siglo transcurrido entre el triunfo inicial de
la artillería en los años 1420-40 y el florecimiento de las fortificaciones de
perfil hundido, bastiones y trabajos terrestres en los años 1520-40, la
artillería provocó una auténtica revolución en la guerra europea, con grandes
consecuencias para el continente y el mundo.
[1] Dubois
exagera en algo las dificultades de la guerra de sitio, los castillos raramente
resistían un año completo de sitio, y frecuentemente caían en pocos meses o aun
en semanas, debido a la traición o a las minas, aunque lo esencial de su
opinión es válido. Algo parecido ocurrió después del desarrollo de las
fortalezas de traza italiana en el
siglo XVI.
[2] El
conocimiento de la artillería desarrollado por los españoles y portugueses en
la lucha contra los moros se transfirió con facilidad a la conquista ibérica en
el Nuevo Mundo, África y Asia: hubo un corto paso de la Reconquista a la Conquista
[en español en el original] * Al
menos en el caso americano no puede decirse que la artillería haya influido en
la Conquista, lo cual es más cierto en el caso de Asia y en algunos enclaves
africanos (en este último caso, por los portugueses.)
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