En la página FUEGO Y MANIOBRA encontrará la Introducción y capítulos referidos a la guerras en la Edad Media, de la obra del mismo nombre del Dr. Mg. Jorge A.Vigo

23 de julio de 2015

Las guerras de Bizancio y sus consecuencias territoriales

Mg. Rubén A. Barreiro

2c.      De la formación del Imperio a las guerras de Justiniano (Parte III)

La Guerra Gótica. Antecedentes. En 454 los ostrogodos se establecieron en Panonia y por primera vez lo hicieron dentro de las fronteras del Imperio Romano. Lo hicieron en carácter de foederati por el acuerdo que habían concluido con el emperador Marciano. Poco a poco, Teodomiro, rey de los ostrogodos y su hijo Teodorico, comenzaron a ocupar vastas territorios en los Balcanes, llegando a amenazar a Constantinopla. En una decisión que revela una vez más la pericia diplomática bizantina, el emperador Zenon, convencido de que esta presencia en las provincias ilíricas podría ser “una fuente constante de conflicto y peligro”, envía a Teodorico -quien en 483 ya había alcanzado la codiciada designación de magister militum- a Italia para derrocar al Odoacro, primer rey bárbaro de

3 de julio de 2015

Las guerras de Bizancio y sus consecuencias territoriales (I)


Mg. Rubén A. Barreiro


2b.      De la formación del Imperio a las guerras de Justiniano (Parte II)

La recuperatio imperii en ejecución. Como ya se ha dicho, Justiniano se había propuesto restaurar en su grandeza el Imperio Romano, desalojando para ello a los bárbaros que se habían enseñoreado en lo que había sido el Imperio de Occidente. En Italia, los ostrogodos. En África del Norte, los vándalos. En buena parte de Galia, los francos. En España los visigodos. Ya emprendidas las acciones para ello, en abril de 536 y luego de caer Sicilia en manos del general Belisario, en una de las Novelas, Justiniano incluye un párrafo que es la declaración formal de su propósito. Dice allí: “Dios nos ha concedido la paz con los persas, hacer de los vándalos, alanos y moros nuestros súbditos, y apoderarnos de toda África y Sicilia, y tenemos buenas esperanzas que Él nos permitirá establecer nuestro imperio sobre el resto del territorio que los romanos de entonces dominaron de uno a otro océano y que perdieron por su negligencia” (EVANS, The Age, 126).