En la página FUEGO Y MANIOBRA encontrará la Introducción y capítulos referidos a la guerras en la Edad Media, de la obra del mismo nombre del Dr. Mg. Jorge A.Vigo

31 de diciembre de 2014

FUEGO Y MANIOBRA. Final


Un Siglo de Guerra

La llamada Guerra de los Cien Años comenzó en 1337 y concluyó   en 1453, giró en torno de la pretensión de los reyes ingleses al trono   de Francia y de la alianza francesa con Escocia. Es una muestra de la   evolución del arte de la guerra y de su difícil aprendizaje en el campo   de batalla. 

26 de diciembre de 2014

FUEGO Y MANIOBRA


Las Fortalezas

Las fortificaciones desde el comienzo de los tiempos se componían   de paredes verticales con una solidez que desafiaba cualquier   ingenio de sitio que pretendiese destruirlas y cuya mayor ventaja la   constituía su altura desde la cual los defensores retaban a los ofensores.   Esto cambió con la invención de la pólvora y el cañón.El empleo   cada vez más común del uso de esta nueva arma puso fin a la era de   las fortificaciones de paredes verticales, pues sus muros cedían a los   pocos disparos. Como lo declarara Maquiavello en 1519 “…no existe   pared, por más gruesa que sea, que la artillería no pueda destruir en   unos pocos días.”41  

La frase de la semana.


"Quienes concurran a presenciar los torneos deben hacerlo completamente desarmados, no portando navajas puntiagudas, espada, maza o garrote, so pena de las mismas confiscaciones aplicables a los escuderos […si cualquier escudero contraviniera de algún modo el estatuto, perderá su caballo y sus armas y podrá ser encarcelado hasta tres años en las prisiones del rey].“Statutum Armorum”, 1292.


Hacia 1292 el rey Eduardo I de Inglaterra dictó un Statutum Armorum (Estatuto de Armas), que establecía determinadas reglas para los torneos. Un siglo antes, en 1194, Ricardo I había dispuesto que los torneos debían realizarse en determinados lugares y previa autorización, además de fijar el pago de derechos para la participación en los mismos (veinte marcos los condes, diez los barones, cuatro los caballeros terratenientes y dos los caballeros sin tierras.) La recaudación estaba a cargo del arzobispo de Canterbury. Entre otras estipulaciones, prohibía a los extranjeros su participación en los torneos. Tanto Ricardo como Eduardo conocían la materia: desde jóvenes venían participando en torneos o presenciándolos. Estas “regulaciones” de los torneos, eran únicas para la Europa de esa época, como lo señala Maurice Keen (Nobles, Knights and Men-at-Arms in the Middle Ages.) En el Statutum Armorum de Eduardo I se establecían reglas que apuntaban más concretamente al desarrollo de los torneos, con reglas relativas al tipo de armas que no podían utilizarse ( espadas o dagas puntiagudas, masas, ni espadas con filos aguzados), identificación de los contendores con relación a su señor, etc.  Se fijaban penas para las infracciones a estas reglas, que iban desde la confiscación de caballos y armas, hasta penas de prisión. En ambas regulaciones se nombraba un comité de notables que actuaba, usando una terminología actual, como “autoridad de aplicación”. La frase transcripta, destinada a los espectadores, muestra que ya en esa época la preservación de la paz y de las formas tenía muy en cuenta el comportamiento del público, prohibiendo armas y aplicando severas penas para las transgresiones.
© Rubén A. Barreiro 2014

22 de diciembre de 2014

La frase de la semana.


“La Naturaleza ha equivocado nuestros sexos, ya que él debió haber sido la mujer” Atribuido a Ana Comnena.


Ana Comnena, nacida en 1083, era la hija mayor del Emperador bizantino Alexis I Comneno. Favorita de su padre, recibió una educación esmerada: poesía, ciencia, geografía, filosofía. Ha pasado a la historia como la primera historiadora de que se tenga noticia. En su magna obra, La Alexiada, se ocupa de la trayectoria de su padre, primero en sus diversos destinos militares a partir de 1068 y luego en su reinado, que se extendió desde 1081 a 1118. La Alexiada ha sido considerada, con toda justicia, una de las más grandes obras históricas bizantinas. Su estilo es vigoroso, ameno, dando en muchos casos su opinión sobre temas tan delicados como el de las cruzadas, a las que llegó a considerar como peligrosas tanto desde el punto de vista político como histórico, así como un ataque permanente e indisimulado contra la Iglesia Romana. Sin embargo, su vasta cultura e indiscutibles dotes de historiadora, no le impidieron ser considerada como ambiciosa e intrigante, en especial por su conspiración para que, a la muerte de su padre, no asumiera el trono su hermano Juan Comneno, sino su esposo, Nicéforo Brianos. El complot fue descubierto a tiempo, y su hermano, ya como Juan II, perdonó su vida y Ana se recluyó en un convento, dedicando el resto de su vida a escribir La Alexiada. Una de las razones del fracaso de la conspiración fue que Nicéforo Brianos, pese a ser el beneficiario de la misma, se negó a participar en ella. La historiadora, irritada, lanzó contra su esposo la frase que se le atribuye, toda una propuesta para un valioso análisis psicológico sobre los roles de género y la posición de Ana Comnena con respecto a ellos.
© Rubén A. Barreiro 2014

21 de diciembre de 2014

Guerras de Bizancio

Apuntes sobre la batalla de Dara (530 DC)

Mg. Rubén A. Barreiro

Primera Parte

En junio de 530 DC tuvo lugar la batalla de Dara (conocida también con las grafías Daras o Daara) en las afueras de la fortaleza bizantina del mismo nombre, entre las fuerzas al mando del general Flavio Belisario y el ejército persa sasánida conducido por Perozes. Fue la primera derrota sasánida a manos de los bizantinos desde hacía varias generaciones y en ella Belisario demostró sus calidades como estratega y conductor, tanto en los aspectos tácticos como en los estratégicos.

18 de diciembre de 2014

FUEGO Y MANIOBRA


LA REVOLUCIÓN MILITAR  


Aunque no se vislumbra aún un acuerdo absoluto acerca de los  sucesos que alimentaron los cambios en el campo militar entre el  siglo XV y el XIX, es unánime referirse al período como el de la Revolución  Militar 39. 
  
Los hechos que perfilan este período están entrelazados de manera  inextricable por lo que es comprensible que su sinergía haya  cambiado completamente la forma de hacer la guerra.   

10 de diciembre de 2014

La frase de la semana.


“Preferiría ver un turbante turco en medio de la ciudad, que a la tiara papal” Lucas Notaras


La frase transcripta, referida a la ciudad de Constantinopla, es una de las varias versiones atribuidas a Lucas Notaras, dignatario bizantino que actuó bajo los tres últimos emperadores, Manuel II, Juan VIII y Constantino XI. Este último lo designó Gran Duque (megas doux), o gran almirante y jefe de la administración del Imperio (mesazon.) El historiador de la época, Doukas, le atribuye este pensamiento, que refleja  su postura decididamente opuesta a la unión de las iglesias romana y ortodoxa. Uno de los argumentos de quienes propugnaban la unión era la ostensible debilidad bizantina frente al irrefrenable avance turco en la región. La oposición, recuerda Runciman, dudaba que Occidente querría o podría prestar ayuda para frenar aquel avance, argumento al que añade “la aversión de los bizantinos a sacrificar su libertad religiosa”. Kenneth Meyer Setton, en su obra “The Papacy and the Levant, 1204-1571: The Fifteenth Century” sostiene que es improbable que Notaras se refiriera directamente al Papa, aunque su sentimiento antipapal representaba el punto de vista de muchos habitantes de Constantinopla (la versión más difundida de la frase hace alusión al “capelo de cardenal”.) Lo cierto es que Notaras combatió con valentía a los turcos durante el asedio que concluiría el 29 de mayo de 1453 con la caída de Constantinopla y el fin del Imperio Bizantino. Cinco días más tarde, fue decapitado junto a dos de sus hijos, seguramente por personas tocadas con un turbante.
© Rubén A. Barreiro 2014

FUEGO Y MANIOBRA

EL RENACER DEL ARTE DE LA GUERRA

EL CENIT Y NADIR DE LA CABALLERÍA MEDIEVAL

La declinación de la caballería no tuvo una causa única ni fue un suceso que aconteciera rápidamente. Se trató de una suma de causas que obligaron a la reformulación de la caballería como elemento de batalla. 

4 de diciembre de 2014

La frase de la semana.


“Señores, sóis mis hombres, mis compañeros y mis amigos: en esta jornada os pido muy especialmente que me llevéis tan adelante como podáis, para poder asestar un golpe con mi espada”.  Juan de Luxemburgo, rey de Bohemia.



Crécy-en-Ponthieu, 26 de agosto de 1346. Se enfrentan los ingleses de Eduardo III a los franceses y sus aliados, al mando de Felipe VI. Entre estos últimos se encuentra Juan de Luxemburgo, rey de Bohemia, quien pocos días antes cumplió sus cincuenta años. Es ciego. Su hijo, el futuro emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Carlos IV, ya está en el combate. Entonces, Juan pide, con la frase transcripta, que lo lleven a la lucha. Cuenta Froissart, el gran cronista de la época, que rodearon a Juan “muchos buenos caballeros…quienes, para ocuparse de él y no perderlo en la confusión de la pelea, se enlazaron todos entre sí por el freno de sus cabalgaduras, poniendo al rey por delante para cumplir mejor con su deseo, y así se lanzaron sobre el enemigo… Juan fue tan adelante sobre el enemigo, que recibió un golpe de espada, o tres, o cuatro. Y quienes tan bravamente lo servían, también quedaron allí, siendo encontrados al siguiente día, yaciendo alrededor de su señor y de sus caballos, todos entremezclados”. Los restos del bravo rey de Bohemia yacen, luego de ser llevados y traídos a lo largo de los siglos en una casi novelesca historia, en la Catedral de Notre-Dame, en Luxemburgo. En Crécy, un monumento señala el lugar donde habría caído, y en una plaza de la pequeña ciudad se lo recuerda junto con quienes cayeron aquella tarde lluviosa de 1346.

©Rubén A. Barreiro texto y fotografía 2014

1 de diciembre de 2014

El Combate de los Treinta 



Tercera Parte


III.        Los hechos. El combate. Después de oír misa, los contendientes se dirigieron al lugar del encuentro, donde estaban reunidos en gran número pobladores de los alrededores, dispuestos a presenciar el poco común episodio (los integrantes de uno y otro bando les advirtieron acerca de que debían abstenerse de intervención alguna; asimismo, hicieron que se retiraran “bien lejos” del lugar donde se libraría el combate.) Había también una buena cantidad de asistentes de los guerreros: palafreneros, sirvientes, heraldos que portaban los estandartes de sus señores, mires (médicos), etc.