En la página FUEGO Y MANIOBRA encontrará la Introducción y capítulos referidos a la guerras en la Edad Media, de la obra del mismo nombre del Dr. Mg. Jorge A.Vigo

24 de noviembre de 2014

El Combate de los Treinta 

Segunda Parte 

IV.       Los hechos. Motivaciones. Durante una de las tantas treguas acordadas entre los bandos en conflicto, Juan de Beaumanoir se dirigió a Ploermel, munido de un salvoconducto, para encontrarse con Roberto de Bamborough. Tanto le Bel como Froissart, se limitan a relatar que Beaumanoir, sin más, le propuso al inglés una justa con “lanzas y espadas” entre dos o tres caballeros por bando, por “el amor de sus damas”  [15] (Froissart sustituye “damas” por “amigas”.)

Tenemos, pues, una primera causa posible: la concreción de ese  “sueño de heroísmo a través del amor”, tan propio del ideal caballeresco [16].

Por su parte Argentré, Lobineau y Morice [17] -con diferentes matices aunque coincidiendo en las líneas generales- sostienen que el encuentro entre ambos comandantes tuvo otro motivo, muy diferente. Beaumanoir había recibido quejas de los pobladores sobre las permanentes incursiones que en los últimos tiempos venían realizando los ingleses y sus aliados, con su secuela de destrucción y muertes [18].

La discusión fue ardua, puesto que Beaumanoir acusó al inglés de evitar la pelea con gente armada y emprenderla con quienes no podían defenderse. Bamborough montó en cólera, haciendo comparaciones ofensivas sobre las virtudes de los soldados ingleses y los defectos de los bretones.

Sin que existan referencias al respecto en las fuentes citadas, se ha afirmado que, al amenazar Beaumanoir con poner sitio a Ploermel, Bamborough optó por proponer el desafío [19]. Si bien se trataba de una constante de la lucha por aquel entonces, no parece que el propósito del bretón fuera poner sitio a la plaza defendida por los ingleses. Ello hubiera implicado dejar desguarnecido Josselin, y teniendo en cuenta que en la zona existían otras plazas ocupadas por los ingleses (véase el mapa), estos podrían, o atacar Josselin, o a los sitiadores por la retaguardia. Esto, sin dejar de considerar que, al parecer, las tropas al mando de Beaumanoir no eran suficientes para montar un sitio eficaz.

Hablamos de causas y motivaciones, aunque tal vez detrás de palabras tan formales se oculta otra: “pretextos”. Las dos guarniciones estaban integradas, en su mayoría, por caballeros (especialmente en el bando bretón), entendiéndose por tales, como ya se ha dicho,  aquellos guerreros que se sometían a un código de conducta rígido y exigente. Eran “orgullosos, despiadados y altamente entrenados, deseosos de hacerse de un buen nombre, aunque frustrados por la inactividad de la vida de guarnición…Y entonces aparece la oportunidad de empeñarse en batalla con sus rivales en una típica lucha caballeresca…[20]. No sería aventurado concluir que en este enfrentamiento, dotado de las características aludidas, obedeció, antes que cualquier otra cosa, a esa justificación de la existencia del caballero a través de la guerra.

V.        Los hechos. Se lanza el desafío, acordándose lugar, fecha y reglas. Existe algún intercambio de ideas con relación a quién lanzó el desafío, si Beaumanoir o “Brembro”.

"El roble de mitad de camino"
(Histoire de Bretagne-De la Borderie)
Si estamos a las versiones “románticas” de le Bel y Froissart, Beaumonoir le preguntó a Bamborough “si no tendría entre los suyos dos o tres caballeros a quienes les gustaría una justa con lanza y espada por el amor de sus amigas”. El inglés respondió que  ninguno de sus amigos estaría dispuesto a morir sin gloria, en una simple  justa donde el azar decidiría sin consecuencias.  Propuso en cambio que cada uno de ellos tomara veinte o treinta hombres entre los de su mando y en el lugar adecuado, sin que nadie molestara ni interviniera, y dieran prueba de su destreza, haciéndolo de tal manera que de allí en más se hablara de ellos en salones, palacios y otros lugares en todo el mundo. Beaumonir aceptó la propuesta con entusiasmo, y Bamborough agregó “por tal medio, y no por una justa, se ganará más honor, el que perdurará” [21] .

Si aceptamos a la Balada del Combate de los Treinta como la versión que más se acerca a lo ocurrido, el desafío fue lanzado por Beaumanoir. Vale la pena transcribir ese diálogo, que el cronista vertió en su poema, sin dudas que poniendo mucho de su propia imaginación. Al fuerte reproche de Beaumanoir, Bamborugh responde:

Calláos Beaumanoir, de eso ya no se habla
Montfort será el duque del noble ducado
De Pontorson a Nantes, de Nantes a Saint Mahé.
Eduardo será coronado rey de Francia [22]
Y los ingleses serán los amos en todas partes
Pese a los franceses y a sus aliados.
Y Beaumanoir respondió con gran humildad:
Soñad otro sueño, el vuestro está mal soñado,
Por ese camino no avanzaréis ni medio pie…
Brembourg, sabed ciertamente
Que todas vuestras balandronadas nada valen
Aquellos que hablan mucho finalmente yerran
Entonces hagamos esto, Brembourg, prudentemente,
Combatiremos en un día que elegiremos
Sesenta compañeros, u ochenta o cien
Y será en ese momento que se verá, sin más,
De quien será la razón o la sinrazón [23].

Lobineau, prudentemente, dice que “uno de los dos capitanes propuso un combate de treinta contra treinta que fue aceptado por el otro”.

Prescindiendo de las motivaciones, los historiadores acuerdan con relación a los hechos básicos del desafío: cantidad y origen de los contendientes, lugar donde el encuentro tendría lugar y su fecha. También se establecieron algunas reglas con relación a las señales para el inicio e interrupción del combate y a pausas para descanso y atención de heridos. Con relación al armamento, cada uno de los contendores usaría el de su elección, tanto el ofensivo como el defensivo.

Con relación al lugar del encuentro, se acordó que el mismo se llevaría a cabo en las inmediaciones de un roble, llamado “el roble de mitad de camino”, ya que equidistaba de ambas guarniciones.
La fecha elegida fue el sábado anterior al domingo de laetare (cuarto domingo de Cuaresma), que correspondía al 26 de marzo de 1351 [24].

En cuanto a quienes participarían en el combate, del bando bretón al mando de Beaumanoir, este tuvo como único inconveniente elegir entre quienes se ofrecieron, que excedían con mucho a los veintinueve necesarios (además del propio Beaumanoir.) Así se integró el grupo con nueve caballeros y veintiún  escuderos, “todos buenos bretones”. 

En lo que hace a los ingleses, Bamborough tuvo más dificultades: no tenía suficientes caballeros o escuderos, por lo que tuvo que integrar sus filas con algunos hombres de armas, alguno de ellos mercenario. Así, se reunieron veinte ingleses (incluyendo al jefe), seis alemanes (o flamencos, al decir de Lobineau) y cuatro bretones del bando de Montfort. Al menos uno de los miembros del grupo era del “común”  [25] (roturiere, dice Argentré) un hombre de armas llamado Hulbitée, “de gran talla, potente y fuerte”.

Con respecto al armamento, se dejó en libertad a los contendores de elegir tanto el defensivo como el ofensivo: armaduras y escudos por un lado; lanzas, espadas, dagas, hachas y mazas de guerra y  fauchons o fauchards,  [26].

Pese a ser un combate de caballeros, todos estaban a pie, menos uno de ellos, el bretón Montauban, quién al comenzar el combate se apeó, para luego volver a montar en una acción que, se verá, resultaría decisiva.
Los caballeros en lucha y sus armas: mazas, espadas, mangual, fauchard. El único
caballo montado por Montauban, que esgrime una maza o una "estrella del alba"
(la escena corresponde a la parte final del combate) 




[15]          Teniendo en cuenta la denominación que un momento adquirió la guerra civil bretona, “la guerra de las Juanas”, alguna versión plantea como interrogante si al hablarse de “damas” o “amigas” no se estaría haciendo referencia a las Juanas que en ese momento ostentaban el mando de los bandos en pugna. Si bien el argumento a primera vista parece seductor, no es demasiado creíble.
[16]         Huizinga, Johan, The Waning of the Middle Ages, Edward Arnold Publishers Ltd, Londres, 1924, pág. 67. De la Borderie rechaza enfáticamente la especie: “Ni uno de los sesenta campeones, diga lo que diga Froissart, soñaba con luchar por el honor ‘de su dama o el amor de su amiga’. La cuestión era otra”.
[17]         La famosa Balada del Combate de los Treinta, ya referida, es la fuente en que abrevaron estos autores. En ella se menciona con detalle esta versión.
[18]         Lobineau se refiere expresamente a que tales incursiones de los ingleses habían sido motivadas por la muerte de Sir Thomas Dagworth, delegado real en Bretaña, en una emboscada bretona: “no pudiendo castigar a los verdaderos autores de esta acción, [Bamborough y los suyos] descargaron su cólera sobre todo lo que caía es sus manos, sin perdonar ni a comerciantes ni a trabajadores”.
[19]         Seward, Desmond, The Hundred Years War. The Engish in France, Penguin Books, Londres, 1999, pág. 62.
[20]         Turnbull, Stephen, The Knight Triumphant, Cassell, Londres, 2001, págs.. 59 a 61.        
[21]         La justa, que por lo general integraba los torneos como una  especie de preliminar, estaba a cargo de dos participantes que se enfrentaban. Al parecer, y por extensión, Bamborough asimila el enfrentamiento entre dos o tres caballeros por bando que propone Beaumanoir, a la justa. En torneos y justas, sólo por accidente (que por lo demás eran frecuentes) había muertes o heridas graves. El interrogante que surge es, si se acepta la versión Le Bel-Froissart, si el desafío lanzado era a muerte o bien se decidiría como en las justas conocidas: un sistema de puntos que iba desde el derribo del adversario hasta un golpe en su yelmo. Había un premio especial al caballero que más se hubiera distinguido, que en muchas oportunidades era entregado a quien, derribado en muchas oportunidades, volvía a la lid con valor aunque sin fortuna. Por lo que veremos, el Combate de los Treinta no se dirimió de esta manera (Prestwich, Michael, Caballero. Manual del guerrero medieval, Akal, Madrid, 2011, passim. Esta obra es notable por su humor y erudición: el autor, prestigioso historiador de la Universidad de Durham, da “lecciones” de caballería para el lector de estos días, con recomendaciones y consejos, basadas en su profundo conocimiento de la caballería medieval.)
[22]         Es interesante la referencia del jefe inglés a Eduardo III, ya que, como es sabido, en el origen inmediato de la Guerra de los Cien Años estaba la pretensión dinástica del Plantagenet al trono de Francia. Bamborough parece no perder de vista el objetivo estratégico de la guerra.
[23]         Hemos tratado de traducir el texto en francés antiguo, tratando de conservar lo esencial del presunto diálogo. Ha sido de gran ayuda el Dictionnaire du Moyen Français (1330-1500), disponible en http://www.atilf.fr/dmf. 
[24]         Con respecto a la fecha, algunos autores difieren. Lobineau, por ejemplo, habla que el encuentro tuvo lugar el propio Domingo de Laetare, lo cual no parece adecuarse a la religiosidad de los participantes. Froissart habla del miércoles anterior.
[25]         Según Argentré, lo acordado fue que participarían sólo miembros de la nobleza (lo cual parecería significar que podían ser o no caballeros, en el sentido estricto.) Esto queda claro cuando se refiere a que los partidarios de Blois eran todos “gente de élite”.
[26]             En las “notas” de la Balada, se dice al respecto que “era un arma de asta muy  usada en los siglos XIV y XV. La hoja era larga, con filo, guarnecida con ganchos orientados en diferentes direcciones, que hacían que las heridas que infligían fueran mortíferas. La hoja estaba fijada a un asta de alrededor de dos metros”
©Rubén A. Barreiro 2014

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