LOS ENEMIGOS DE BIZANCIO. Primera
Parte
Por Mg. Rubén A. Barreiro
1. Introducción. A lo
largo de su historia, el Imperio Bizantino debió luchar contra múltiples
enemigos. A veces, lo hizo contra más de uno al mismo tiempo, y en frentes diferentes.
En los mil años de su historia, como ha ocurrido desde siempre, muchos de esos
enemigos fueron aliados que se enfrentaron junto con el Imperio a otros
oponentes.
No
es menos destacable que en muchas ocasiones la paz del Imperio Bizantino se vio
alterada por luchas intestinas, algunas de las cuales fueron de gran duración y
de diversos alcances. Tales luchas no se limitaban, por cierto, a intrigas
palaciegas y golpes incruentos. Hubo lucha, y feroz como suele ocurrir
invariablemente en las guerras civiles.
Las
guerras de Bizancio no estarían completas si no se tratara, siquiera
sintéticamente, lo relativo a esa contrapartida necesaria de toda lucha: el
adversario. Las características de este, no sólo en los aspectos militares,
sino también los políticos, culturales, sociales, económicos, religiosos, etc.,
determinaron muchas veces la forma en que los bizantinos encararon la lucha y
también los resultados de ésta.
Existe
una particularidad que tomaremos muy en cuenta en el análisis que sigue:
la extrema dedicación de los autores militares bizantinos en hurgar tales características de los posibles enemigos del Imperio, lo que demuestra, una vez más, su sabiduría y sentido realista de lo que estaba en juego. Conocer al enemigo es tener una parte de la lucha resuelta, de esto no caben dudas.
la extrema dedicación de los autores militares bizantinos en hurgar tales características de los posibles enemigos del Imperio, lo que demuestra, una vez más, su sabiduría y sentido realista de lo que estaba en juego. Conocer al enemigo es tener una parte de la lucha resuelta, de esto no caben dudas.
Al respecto dice Mauricio:
“…debemos…tratar las tácticas y
características de cada una de las razas susceptibles de crear dificultades a
nuestro Estado. El propósito de este capítulo es permitir a aquellos que tienen
planeado hacer la guerra a esos pueblos que se preparen para ello
convenientemente. Ya que no todas las naciones combaten con una formación única
o según un modelo idéntico, y no podríamos afrontarlos a todos de la misma
forma” [1].
También
historiadores contemporáneos, como Procopio o Ana Comnena, han hecho su aporte
al respecto.
Por
cierto que estos trabajos pecan, en especial el de los historiadores,
de parcialidad. Pero no es menos cierto que se trata de puntos de aproximación a la realidad, de fuentes primarias, que no pueden ser desechables sin mayor análisis.
de parcialidad. Pero no es menos cierto que se trata de puntos de aproximación a la realidad, de fuentes primarias, que no pueden ser desechables sin mayor análisis.
Va
de suyo que en nuestra investigación tales opiniones no serán las únicas,
aunque sí las principales (y en algún caso las excluyentes). Y esto tiene, a
juicio nuestro, una justificación: la percepción que del enemigo, o de quien
pudiera llegar a serlo, por parte de los bizantinos, equivocada o no, explica o
bien su conducta en el campo de batalla o su apreciación de los hechos al
tiempo de ocurridos.
Trataremos, en la medida en que la naturaleza
necesariamente acotada de este trabajo lo permita, de ahondar en otras fuentes
para ampliar aquellas opiniones y criticarlas cuando fuere necesario, como
asimismo, para agregar datos que se han omitido en los relatos aludidos.
No
todos los enemigos de Bizancio serán objeto de análisis, y muchos de los
tratados lo serán con desigual extensión entre sí. Aquellos que han sido
incluidos lo han sido según su “orden de aparición” en la escena bizantina, sin
dejar de señalar que, en muchos casos, hubo algunos enemigos persistentes, cuya
participación histórica se desvanecía sólo temporalmente para reaparecer años o
siglos después.
A. Persas sasánidas. Uno
de los primeros enemigos a los que debió enfrentase el Imperio Bizantino fue el
Imperio Persa Sasánida, cuyo vasto territorio ocupaba lo que en actualidad
comprende Irán, Irak, Armenia, Afganistán y parte de Turquía, Paquistán, el
Cáucaso y Arabia [2]. El imperio sasánida
comenzó hacia el año 205 DC y su caída se produjo en 651, como resultado de la
incontenible expansión islámica.
El Imperio
Sasánida luchó con el Bizantino desde el año 502 al 628, casi
ininterrumpidamente. Fueron especialmente notables la Guerra de Iberia Oriental o
Caucásica (526-532), la Guerra Lázica
(542-562), la Guerra
del Cáucaso (572-591) y el sitio de Constantinopla en 616.
Como
ya se ha mencionado, la estrategia bizantina se basaba más en la defensa de sus
territorios que en la expansión de estos. Las razones para ello se han
comentado en otro lugar. Por su parte, el aspecto predominante de la estrategia
sasánida era la expansión hacia el oeste, en especial la península de Anatolia
y los territorios cercanos a ella. Inclusive, siguiendo tal tendencia, en el
616 pusieron sitio a Constantinopla.
Tanto en los
aspectos organizativos como en los tácticos, los ejércitos del Imperio
Sasánida tenían caracteres marcadamente parecidos a los de su antecesor, el
Imperio Parto [3].
En uno y otro
caso, la caballería era la “columna vertebral” [4] del
ejército. Genéricamente, las unidades de este tipo se conocían como asabara,
palabra que designaba al guerrero que combatía a caballo como
contraposición de quienes lo hacían a pie [5].
Mauricio, en
su Strategikon, dice sobre los persas
sasánidas:
“La nación persa es perversa, simuladora y
servil, pero también patriota y obediente…Por regla general, prefieren llegar a
un resultado a través de una buena preparación y por el valor de sus jefes. Le
dan prioridad a una aproximación ordenada más que una audaz e impulsiva…Son
negociadores intratables: jamás harán una propuesta, inclusive si consideran
que para ellos es vital; esperan que tal propuesta venga del adversario…”.
“Llevan armadura y cota de malla y están
armados con arco y espada. Están más entrenados que los demás pueblos guerreros
en el uso rápido, aunque poco eficaz, del arco…”.
“Su orden de batalla comprende tres cuerpos
iguales –centro, ala derecha y ala izquierda-, el centro dispone además de una
tropa de élite que cuenta con cuatrocientos o quinientos hombres… La formación
no se presenta con una profundidad uniforme. Se preocupan de ocupar con jinetes
la primera y segunda línea de las falanges, manteniendo un frente de formación
densa y rectilínea…Cuando entran en combate con lanceros, se apresuran en
formar línea de batalla en el terreno más accidentado, usando sus arcos, de
manera tal que la carga de los lanceros se disperse y se rompa como
consecuencia de los accidentes del terreno…”.
“Para combatirlos…escoged, de ser posible,
un terreno sin accidentes ni pantanos, fosos o matorrales susceptibles de
romper la formación…Una vez que estén al alcance de las flechas, lanzad el
ataque o la carga adoptando un orden denso y regular, y hacedlo sin demoras, ya
que toda demora en la marcha para contactar el enemigo hará que su ritmo de
fuego regular le permita lanzar más proyectiles sobre nuestros hombres y
caballos…” [6].
Por su parte,
Procopio se ocupa extensamente de las características militares de los persas
sasánidas, en varios lugares de los dos primeros libros de su Historia de las
Guerras. Los comentarios más salientes son los que a continuación se
transcriben:
“…los persas son casi todos arqueros y
aprenden a lanzar sus flechas mucho más rápidamente que cualquiera, aunque los
arcos con que lanzan sus flechas eran débiles y no estaban suficientemente
tensados, de tal manera que sus flechas, alcanzando la coraza, tal vez, o el
yelmo o escudo de un guerrero romano, se rompían y no tenían fuerza para herir
al hombre al que habían alcanzado [7]…Toda su infantería no es más que una turba
patética de campesinos que llegan a la batalla sin otro propósito que penetrar
las murallas y despojar a los muertos y, en general, servir a los soldados. Por
tal razón no tienen ninguna clase de armas que presente problemas a sus
oponentes, y sólo llevan enormes escudos para no ser alcanzados por el enemigo”
[8].
[1] Transcripto
en CHALIAND, Gérard, Anthologie mondiale
de la stratégie. Des
origines au nucléaire, Robert Laffont, París, 1990, pág. 234
[5] Encyclopaedia Iranica, voz “aswar”, http://www.iranica.com/newsite/home/index.isc,
sitio visitado el 13 de julio de 2008.
[7] PROCOPIUS
OF CESAREA, History of the Wars, The
Persian War, Libro I, pág. 32, disponible en
www.gutenberg.org/files/16764/16764-h/16764-h.htm#PageI_xviii_52#PageI_xviii_52,
sitio visitado el 30.08.09. Procopio
escribía esto a propósito de la batalla de Callinicum, en la que Belisario fue
derrotado por los sasánidas.
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