LA GUERRA DE SITIO DURANTE EL PERIODO BIZANTINO
Por Mg. Rubén A. Barreiro
1. Introducción.
La guerra de sitio ocupó un lugar destacado en la historia militar bizantina.
En realidad, durante toda la Edad Media
tal modalidad tuvo protagonismo debido a múltiples causas, a tal punto que se
ha dicho que
“… Los asedios fueron mucho más numerosos que las batallas campales…” [1].
En el caso de Bizancio, se dio
un fenómeno particular, ya señalado anteriormente: en algunos casos, dada la
baja cantidad relativa de efectivos utilizados por el imperio, aun en guerras
de conquista le resultaba más conveniente asumir el papel de defensor de una
plaza fuerte.
Tal el caso de lo decidido por Belisario en 536-537: habiendo tomado Roma con sólo 5000 hombres, no pudo continuar su avance contra los ostrogodos, que lo superaban ampliamente en número, y decidió esperarlos tras los muros de la ciudad. El sitio se prolongó por algo más de un año, y luego de diversas alternativas, los ostrogodos lo abandonaron.
Tal el caso de lo decidido por Belisario en 536-537: habiendo tomado Roma con sólo 5000 hombres, no pudo continuar su avance contra los ostrogodos, que lo superaban ampliamente en número, y decidió esperarlos tras los muros de la ciudad. El sitio se prolongó por algo más de un año, y luego de diversas alternativas, los ostrogodos lo abandonaron.
Sin
embargo, varias fueron las ocasiones en las que el ejército bizantino fue
sitiador, en especial durante las campañas de los generales y emperadores
Nicéforo Focas, Juan I Tzimiskes y Basilio II (960-1025).
“La guerra de sitio, tanto ofensiva como defensiva, fue considerada por
los historiadores, generales y autores de manuales militares como un elemento
esencial del esfuerzo militar del imperio” [2].
En lo que hace a las tácticas de
sitio bizantinas, se ha dicho que las mismas “no eran especialmente sofisticadas”. Se basaban en tres aspectos: la
supresión de todo medio de abastecimiento a la plaza sitiada, el bombardeo de
la misma por medio de diferentes máquinas y el cavado de minas o pasadizos por
medio de los cuales introducirse en aquella. De todos modos, el principal
recurso fue rendir a los sitiados por el hambre, con lo cual se obtenía también
un considerable ahorro de medios y sobre todo por las bajas que hubieran
provocado los combates para forzar la situación [3].
La provocación de una “salida”
por parte de los sitiados también estuvo dentro de la táctica bizantina, cuando
la rendición por hambre de la plaza podría llevar más tiempo del conveniente o
necesario según las circunstancias.
Pero, por
sobre todo, fueron los numerosos sitios a los que fue sometida Constantinopla,
los que marcan el cenit de la guerra de sitio bizantina. Constantinopla, que en
más de mil años, sólo debió ceder ante el asaltante en dos oportunidades: en
1204, frente a los caballeros de la Cuarta
Cruzada y sus aliados, y en 1453, cuanto los turcos se
apoderan de ella y así concluyen con la existencia del Imperio de Bizancio. La
ciudad resistió a los persas y ávaros
(626), a los sarracenos (673), a los árabes en dos oportunidades
(674-678 y 717-718), a los búlgaros (813), a los rusos (860 y 941), a los
caballeros de la cuarta cruzada en su primer sitio (1203) y a los turcos en
1396 y 1422.
2. Aspectos salientes de la guerra de
sitio durante el periodo bizantino. La defensa de un centro urbano, tal
como, por ejemplo, Constantinopla, tiene siempre dos aspectos: uno pasivo,
estático y otro activo, dinámico. En el primer aspecto deben comprenderse todas
las obras de fortificación, de cualquier índole, especial pero no
excluyentemente las murallas, torres amuralladas, trincheras y otras obras de
arte. En lo que hace a la defensa dinámica, ésta se basa primordialmente en sus
guarniciones, armamento y organización logística adecuada, que provea lo
necesario para la subsistencia de los defensores y de la población [4].
2.1 El
sistema defensivo de Constantinopla.
Las murallas. “La historia de mil años muestra la
sabiduría de Constantino al elegir a Bizancio como su nueva capital. Necesitaba
un emplazamiento desde el cual el emperador pudiera ejercer su autoridad sobre
el sudeste de Europa y Asia, y desde donde se pudiera alcanzar con igual
facilidad el Danubio y el Eufrates… existían pocos sitios entre los cuales
escoger… pero nunca que pudiera compararse en potencial estratégico con el
promontorio de Bizancio, a la entrada del Bósforo” [5].
Desde
Bizancio, entonces, se tenía el control del paso del Egeo al Mar Negro.
Constituía la encrucijada entre Europa y Asia Menor, era al mismo tiempo
barrera y puerta de acceso, tanto para disuadir al invasor como para franquear
el paso de quienes en paz querían unir ambos mundos. Por ello, tanto en lo
militar, como en lo comercial, Constantinopla no tenía igual [6]. Y
por lo mismo, era un sitio de convergencia de diferentes culturas.
Pero, más
allá de la importancia estratégica de la situación de Constantinopla, las
características geográficas del emplazamiento le daban una enorme ventaja en
punto a su defensa frente a los ataques de eventuales invasores.
La ciudad
estaba rodeada por agua en tres de sus lados: el llamado Cuerno de Oro al este
y el Mar de Mármara, al sur y al norte. Sólo por el oeste la ciudad tenía
acceso por tierra. Su territorio tenía una forma triangular y sus dimensiones
eran aproximadamente de seis a siete kilómetros en su parte más larga y de
seiscientos metros a seis o siete kilómetros de ancho. Existían algunas colinas,
de unos 80 a
100 metros
de altura y era recorrida en parte por el río Lykos.
La posición
de la ciudad le daba un potencial defensivo no igualado por ninguna ciudad de
igual importancia en toda Europa [7].
Constantinopla. Murallas y puertas |
Por el hecho de encontrarse en
una península, el perímetro amurallado, especialmente el destinado a proteger
los accesos terrestres a la ciudad, eran de extensión inferior a la común, lo
que acarreaba la ventaja de una defensa más concentrada y con menor cantidad de
efectivos (los defensores de Constantinopla nunca sobrepasaron los 24.000
hombres) [8]
La primera muralla la construyó
Constantino. Tenía unos tres kilómetros de longitud e iba desde el Mar de
Mármara (Proponéis) al Cuerno de Oro. Se trataba de un muro simple, con varias
torres. Comenzada en 324 sobrevivió hasta el reinado de Justiniano, ya que el
crecimiento de la ciudad la fue haciendo desaparecer [9]
Durante el reinado de Teodosio II
(408-450), éste decidió la construcción de una nueva muralla, teniendo en
cuenta que el crecimiento de la ciudad había vuelto obsoleta la muralla de
Constantino, siendo necesario extender el territorio protegido hacia el oeste.
Para hacerse cargo de los trabajos designó a Antemius, prefecto del pretorio de
Oriente y regente durante la minoridad del emperador [10].
Las obras
dieron comienzo en 412 y finalizaron en 423 [11]. La
nueva muralla estaba emplazada a alrededor de 1.600 metros de la de
Constantino. La muralla, desde entonces conocida como “la muralla de Teodosio” o “Teodosiana”,
estaba compuesta por cinco partes. La muralla principal o interior, la defensa
principal, tenía un espesor de 4,2
a 5
metros y una altura de 11/12 metros. En ella se
levantaban 96 torres cuadradas u octogonales, de 18 a 23 metros de altura,
separadas entre sí por 50/70 metros. Cada torre tenía dos recintos, al superior
de los cuales se accedía desde el parapeto de la muralla y donde se guardaban
municiones, guarnecidas por centinelas.
Corte de la muralla de Teodosio |
Entre la muralla principal y la
exterior existía un espacio libre, terraza o campo parateikon), de unos 15
a 21
metros de ancho, utilizado para la circulación de los
defensores y su eventual agrupamiento ante una posible irrupción del enemigo.
La muralla exterior era delgada
por comparación con la principal: tenía un espesor que iba de unos 60 centímetros a dos
metros y su altura era de 9 a
10,5 metros .
También contaba con 96 torres.
Tanto los
muros como las torres eran de hormigón, piedra caliza y ladrillos.
Entre la
muralla exterior y la escarpa almenada del foso existía otro espacio de
circulación (el peribolo), de unos 14 metros de ancho.
El foso
tenía alrededor de 18
metros de ancho y su profundidad variaba [12].
Además de esta muralla que
protegía el acceso terrestre, rodeaban totalmente la ciudad una serie de
murallas que tenían como misión la de hacer lo propio con relación a los ataque
por mar. Eran de una construcción más simple y menos poderosa que aquella. Las
razones para ello eran de variada índole: en primer lugar, durante mucho tiempo
la marina bizantina era reputada como la mejor y más eficaz, de manera tal que
podía oponer una resistencia activa a cualquier flota enemiga que se acercara
con intenciones agresivas. Esto fue un elemento decisivo hasta que diferentes
enemigos desarrollaron flotas que pudieron enfrentarse con éxito a la
bizantina, en especial los venecianos y otomanos. Por otra parte, ciertas
características del litoral marítimo de Constantinopla dificultaban la
aproximación de buques hostiles. Ya se ha hecho mención al régimen de vientos,
al que hay que agregar también el de las corrientes predominantes, siendo la
acción combinada de ambos factores determinantes para dificultar el progreso
hacia la costa de los buques de la época, propulsados principalmente por remos
y en menor escala, por velas.
El Cuerno de Oro, además, fue
protegido, casi permanentemente, por una gruesa cadena sostenida por pontones,
que impedía el ingreso de buques desde el Bósforo. El extremo correspondiente a
Galata estaba alojado en la
Torre Vieja de Galata, que databa de la época Justiniano,
donde un mecanismo podía tensar o aflojar la cadena, según conviniera. Ya se
verá como el sultán Mehmet burló este impedimento en 1453.
De todos modos, las murallas
marítimas se extendían, para el conjunto de las enfrentadas al Cuerno de Oro y
al mar de Mármara, por más de 14 kilómetros , con un altura de entre 10 y 15 metros , guarnecidas en
total por unas 300 torres. Para desempeñar mejor su función, su sección en la
parte que miraba hacia el mar era perpendicular y estaban ubicadas a diferentes
distancias de la costa: las del Cuerno de Oro, a unos 40 metros ; las del mar de
Mármara prácticamente en la línea de las más altas mareas.
Del otro lado del Cuerno de Oro, en Galata,
los genoveses que ocuparon el lugar a
mediados del siglo XIV construyeron una muralla que rodeaba totalmente el
asentamiento, con una torre (la “Torre de
Cristo”) de más de 60
metros de altura, construida por los genoveses en 1348.
Para
concluir con el tema de las murallas, es preciso referirse brevemente a las
puertas de las mismas. Algunas de ellas tenían propósito exclusivamente
militar, otras –las puertas públicas- facilitaban la entrada y salida de la
ciudad a todo tipo de tráfico. La más célebre de todas las puertas militares
fue la denominada “Puerta de Oro”,
situada en el extremo más próximo al mar de Mármara [13]. La
puerta de Carisius también se destacó, puesto que estaba situada en un punto
vulnerable –coincidente con la entrada del río Licos en la ciudad-, razón por
la cual casi siempre fue objeto de ataques reiterados por los sitiadores. Las
puertas dividían la muralla en seis secciones, protegida cada una de estas
secciones por una guarnición [14].
La organización de la defensa. Si bien el muy extenso periodo de
existencia de Constantinopla presenta múltiples y diferentes aspectos, una de
las constantes más notables ha sido la exigüidad de la guarnición permanente de
la ciudad. Y había razones para ello:
“Guarnecer Constantinopla… implicaba consideraciones que iban mucho más
allá de las calidad de las tropas que defendían sus murallas. La defensa de la
capital era más una necesidad de orden político más que militar, y por ello
requería actuar equilibradamente. Un gran número de tropas en la ciudad y en
sus alrededores representaba una amenaza potencial para la seguridad del
emperador. De allí la poca cantidad de hombres empleados como guardianes, así
como la preferencia por tropas extranjeras, como los varegos…[15] En todo caso mantener
una gran guarnición permanente habría implicado una propuesta extremadamente
onerosa. El costo de mantenimiento del ejército bizantino era el mayor ítem de
los gastos del imperio, y cuando una amenaza importante se cernía sobre
Constantinopla, podían enviarse a la ciudad tropas regionales bastante
rápidamente” [16] .
Tal como se
ha visto, por lo general las tropas que defendían la ciudad eran mercenarios
extranjeros. Pero en los casos en que Constantinopla estaba gravemente
amenazada por los sitios, la mayoría de sus ciudadanos acudía a las murallas
para defenderla.
En punto al
armamento, no nos referiremos aquí al que ordinariamente utilizaban las tropas
de la guarnición (espadas, lanzas, arcos, hachas, escudos, armaduras, etc.). Es
importante, sí, referirse a dos aspectos: la artillería y el fuego griego.
Como es
sabido, con el término “artillería” nos referimos tanto a las máquinas
accionadas por diferentes medios mecánicos destinadas a arrojar piedras,
flechas u otros objetos [17]
contra diferentes blancos, como a aquellas armas que, mediante el uso de la
pólvora como propulsor, también se utilizan para lanzar diversos proyectiles.
De todas estas armas se valieron, en el curso de los numerosos asedios de la
ciudad, tanto los defensores de Constantinopla como sus sitiadores.
Pero, en el
caso de Bizancio, existía un arma, “única
en su género” [18], el
denominado “fuego griego”.
Con
relación al fuego griego, se trata de uno de los adelantos más sorprendentes
realizados en materia de armas por parte del imperio bizantino, al que se le
debe la eficaz defensa de Constantinopla en múltiples ocasiones (ver recuadro).
En lo que
hace a la artillería, las máquinas utilizadas fueron la catapulta, el onagro,
la balista y el trabuquete o fundíbulo.
En los
sitios de Constantinopla también se utilizaron torres de sitio (bastidas) y,
como se verá, en 1453 los turcos usaron a menudo, con éxito diverso, los
trabajos de zapa y minado de las murallas.
Ya en el
siglo XIV comienzan a aparecer las armas de fuego, que utilizan la pólvora como
elemento de propulsión del proyectil. Al parecer fue en 1396 cuando por primera
vez se usaron cañones durante uno de los sitios de Constantinopla:
curiosamente, no fueron ni los sitiadores turcos ni los sitiados bizantinos
quienes lo hicieron, sino los aliados genoveses de estos últimos, establecidos
en Galata, del otro lado del Cuerno de Oro [19].
Lo cierto
es que hacia el final del mencionado siglo, Bizancio contaba con algunas piezas
de artillería, de unos 90
centímetros de largo y 25 de calibre. También
aparecieron en la misma época armas de fuego portátiles [20].
[1] GRAVETT, Christopher, Guerras de asedio en la Edad Media ,
Ediciones del Prado, Madrid, 1994, pág. 3.
[3] HALDON,
J., op. cit., pág. 184.
[4] HALDON, John, Strategies of Defence, Problems of
Security: The Garrisons of
Constantinople in the Middle Byzantine Period, en Constantinople and its Hinterland:
Papers from the Twenty-Seventh Spring Symposium of Byzantine Studies, Oxford,
April 1993, editado por Cyril Mango and Gilbert Dagron, Aldershot, Ashgate,
1995. Disponible en www.deremilitari org/resources/articles/haldon2.htm#_
ftn20.
[5] BURY,
John B., History of the Later Roman
Empire, McMillan & Co., Londres, 1923, pág. 67.
[6] BAUMGARTNER, Frederic J.,
From Spear to Flintlock: A History of War in Europe and the Middle East
to the French Revolution, Praeger
Publishers, New York, 1991, pág 55.
[7] Ibid.,
pag. 56.
[8] BAUMGARTNER,
F.J., op. cit., pág. 57.
[9] BURY,
J.B. , op. cit., t. I, pág. 70. Sólo persistió una de las puertas,
llamada Puerta Aurea o Puerta Vieja, destruida por un terremoto en 1508 (op. cit.,
loc. cit., nota 7). Bury señala la frecuencia de los terremotos que asolaron
Constantinopla (13 entre 395 y 565) como una de las pocas desventajas de la
ciudad. Otra de ellas sería el régimen de vientos, que dificultaba el ingreso
de buques (aunque, agregamos, tal dificultad comercial podía transformarse en
una ventaja defensiva en caso de ataque por mar).
[10] “Antemio … puede
ser llamado, en cierto sentido, el segundo fundador de Constantinopla: las
piedras de su gran muralla permanece en pie, como un impresionante monumento de
su fama” (Bury, op. cit., t. I, pág. 70).
[11] En 447 la muralla fue seriamente dañada por un terremoto,
en especial 57 de sus 96 torres. En sólo tres meses fue restituida a su antigua
configuración (TURNBULL, Stephen, The Walls of Constantinopla, Osprey Publishing, Londres, 2004, pág. 7).
[12] Para
los datos y características de la muralla, ver BURY J.B., op. cit., t. I, págs.
70/72; ROLLAND, Marcel, Le Siège de
Constantinopla 1453, Socomer Editions, París, 1989, pág. 10; TURNBULL, S. op. cit. y los sitios http://es.geocities.com/mundo_medieval/bizancio/murallas.html
y http://en.wikipedia.org/wiki/Walls_of_Constantinople en especial este último.
[13] Erigida por Teodosio el Grande en conmemoración de su
victoria sobre Máximo (BURY, J.B., op. cit., pág. 71).
[14] BURY,
J.B., op. cit., pág. 72.
[15] Los varegos era un pueblo bárbaro procedente de
Escandinavia, que se ganó la confianza de los emperadores bizantinos, quienes
de buen grado los emplearon como sus guardianes personales.
[16] TURNBULL,
S, op. cit., pág. 36.
[17] Entre estos se incluían proyectiles incendiarios. También
era común que sitiadores y sitiados se “bombardearan” con cadáveres en
descomposición para propagar enfermedades e infundir temor y a veces con una
nada sutil muestra de desprecio por la negociación, arrojando las cabezas de
los enviados junto con los mensajes que habían llevado al enemigo …
[18] FULLER,
J.F.C., L’Influence de l’Armament sur
l’Histoire, Payot, París, 1948, pág. 80.
[19] TURNBULL, S., op. cit., pág. 40. Al parecer, tanto el
estruendo como el humo de los cañones hicieron que el ejército otomano se
retirara asustado.
[20] TURNBULL,
S., op. cit., pág. 40. Este autor, con referencia al sitio fallido de
los otomanos de 1422, expresa que, en
este aspecto, los bizantinos tenían más o menos el mismo nivel de tecnología
que los turcos. Esto se detuvo en los siguientes treinta años, debido en especial
a problemas de orden económico. Los cañones utilizados en la defensa durante el
sitio de 1453 fueron facilitados por otros estados de Occidente, a instancia
del Papa Pío II, “…era un gesto que
muchas testas coronadas de Europa podían afrontar con facilidad, y también era
una alternativa más segura que promover una cruzada de auxilio militar a
Constantinopla”.
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